Consulta con Psicologo | Guayaquil
¿Por qué se le dificulta a una persona ir al Psicólogo Clínico en Guayaquil?
Para la mayoría de las personas, no les resulta dificultoso el saber cuándo deben acudir al médico (cualquier Especialidad), sin embargo, siguen mostrando dudas y resistencias a la hora de dirigirse al psicólogo, sobre él que aún parece pesar el apelativo de “loqueros”; es por ello que todavía muchos asocian el acudir a un psicólogo con reconocer que se padece graves desórdenes mentales que no son capaces de controlar y resolver y que al reconocer esto ya no están aptos para vivir normalmente en una vida diaria y común.
Otro freno para ir tranquilamente a la consulta del psicólogo es el temor y vergüenza a comunicar a un desconocido los problemas más íntimos, mostrarse tal cual es, hablar de esas frustraciones, obsesiones, complejos, inseguridades o debilidades que tantos años se han ocultado o disimulado, poner en entredicho nuestra fortaleza mental, nuestra sensatez o lucidez, quedando casi a merced de alguien y sentirse vulnerable, exponerse al juicio de un especialista – del cual se piensa que se será sólo un caso más- se convierte en un duro trance que puede producir miedo y hasta terror.
Y así, por unas u otras causas, y a pesar, de que algo en el interior de cada uno se revela la necesidad de la ayuda especializada, y que contar las penas a familiares o amigos no es suficiente, es prolongada la demora en solicitar una cita con el psicólogo clínico y se lo hace cuando ya no se puede más y los síntomas de sufrimiento y de inestabilidad psicológica, son cada vez más frecuentes; este retraso, que puede durar varios años e incluso décadas, puede ir agravando un problema el cual atendido a tiempo quizá se hubiera resuelto sin mayor dificultad.
El demorarse en recurrir al psicólogo puede agravar un problema que, tratado a tiempo, podría haberse resuelto fácilmente.
Para la mayoría de las personas, no les resulta dificultoso el saber cuándo deben acudir al médico (cualquier Especialidad), sin embargo, siguen mostrando dudas y resistencias a la hora de dirigirse al psicólogo, sobre él que aún parece pesar el apelativo de “loqueros”; es por ello que todavía muchos asocian el acudir a un psicólogo con reconocer que se padece graves desórdenes mentales que no son capaces de controlar y resolver y que al reconocer esto ya no están aptos para vivir normalmente en una vida diaria y común.
Otro freno para ir tranquilamente a la consulta del psicólogo es el temor y vergüenza a comunicar a un desconocido los problemas más íntimos, mostrarse tal cual es, hablar de esas frustraciones, obsesiones, complejos, inseguridades o debilidades que tantos años se han ocultado o disimulado, poner en entredicho nuestra fortaleza mental, nuestra sensatez o lucidez, quedando casi a merced de alguien y sentirse vulnerable, exponerse al juicio de un especialista – del cual se piensa que se será sólo un caso más- se convierte en un duro trance que puede producir miedo y hasta terror.
Y así, por unas u otras causas, y a pesar, de que algo en el interior de cada uno se revela la necesidad de la ayuda especializada, y que contar las penas a familiares o amigos no es suficiente, es prolongada la demora en solicitar una cita con el psicólogo clínico y se lo hace cuando ya no se puede más y los síntomas de sufrimiento y de inestabilidad psicológica, son cada vez más frecuentes; este retraso, que puede durar varios años e incluso décadas, puede ir agravando un problema el cual atendido a tiempo quizá se hubiera resuelto sin mayor dificultad.
El demorarse en recurrir al psicólogo puede agravar un problema que, tratado a tiempo, podría haberse resuelto fácilmente.
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